ESTUDIOS HISPÁNICOS EN LA RED
Yocandra o la subversión de la escritura
 
María Inés Martínez
 
 
         Este ensayo tratará de los diversos recursos lingüísticos y literarios que hacen que La nada cotidiana pueda ser estudiada en el plano de la literatura oral. En esta novela Zoé Valdés, utiliza el habla franca y abierta del español caribeño de Cuba, el cual es llevado a un plano literario, en donde la palabra escrita es al mismo tiempo sonido, un sonido registrado por el signo gráfico para multiplicar su significado, añadiéndole un sentido adicional: un sentido irónico, un sentido plural. Los diversos recursos fonológicos del español oral de Cuba son aprovechados en su plena capacidad para llevar a cabo un trabajo comparable al que hace Cabrera Infante en Tres tristes tigres, en donde éste último advierte desde el comienzo de su libro acerca de su opción por una escritura cubana.(1)
 

Recurso a la oralidad como expresión de una cubanidad marginal

         El trabajo de lenguaje de Zoé Valdés explora la expresión del habla popular cubana como un español marginal que se utiliza cotidianamente por una opinión pública habanera, que por supuesto no se expresa de manera abierta en la plaza pública.

         La presencia del habla popular en La nada cotidiana, se articula de diversas maneras, la primera de ellas consiste en la transcripción del habla que retiene los detalles de los sonidos del español tal y como es usado oralmente en la vida cotidiana de los cubanos. Para ello Valdés configura un vocabulario con palabras y expresiones como “ná,” “vaya,” “blumer,” “cundía,” “pudrir” o “restorán,” que hacen parte de la jerga de la novela. Todas estas palabras tienen como función, la de situar la obra en un contexto lingüístico que no puede ser otro que el español hablado dentro de una cultura popular, cuya escogencia de vocabulario subvierte los códigos de un español neutro. Cuando se conserva el valor fonético en la escritura de las palabras se adhiere un sentido adicional que subvierte el español estándar, registrando en la literatura significados que no encontrarían un lugar en ese español. De esta manera, el valor literario del lenguaje se legitima como una reivindicación de la marginalidad.

         En segundo lugar, y dentro de esa misma modalidad de español oral de la cultura popular cubana podemos distinguir otro grupo de palabras que hacen referencia a la historia de Cuba y en especial a palabras que han sido acuñadas dentro de un contexto de la política y la historia de la Revolución cubana. Este es el caso de los nombres dados a diferentes personajes de la novela. Por ejemplo el nombre de “Gusana,” la mejor amiga de Yocandra, está íntimamente vinculado con esta historia. Como es sabido, “gusano” es un término que se usa en Cuba para denominar de manera despectiva a los cubanos que salieron de la Isla y que de una manera u otra han tomado distancia frente a la Revolución del 1959. Si contextualizamos el nombre de la Gusana dentro de la novela, podemos darnos cuenta que es retomado por Valdés con una carga afectiva. En el capítulo dedicado a la Gusana, Yocandra dice: “Desde que coloco los pies en los pedales de la bicicleta china comienzo a evocarte, Gusanita querida” (94). El recuerdo que Yocandra tiene de su amiga está vinculado a las difíciles experiencias que ambas pasaron en La Habana de otros tiempos. Ahora bien, cuando se utiliza un nombre que tradicionalmente ha sido considerado como despectivo y se le da connotaciones afectivas con el diminutivo, Zoé Valdés crea una tensión y podríamos decir con Bajtin, un plurilingüismo (122-151) en donde se cruza el significado original del nombre que contiene una connotación política, con un nuevo significado que humaniza a la Gusana, justificando así el hecho de haber partido de Cuba por razones humanas, aunque esto haga de ella una disidente política del régimen. El uso que se le da al término de “Gusanita” acerca el lector al personaje. La tensión creada por Valdés entre la política y la situación humana contribuye a darle un valor irónico al nombre de la Gusana y a otros nombres de los personajes de la novela en donde también hay una tensión, este es el caso del Traidor y el Nihilista, nombres de otros amigos de Yocandra que niegan rotundamente una lealtad al régimen político.

         Con el mismo próposito de ironía Valdés utiliza palabras como el “cedeerre” para designar el CDR. En esta palabra también hay un sentido adicional añadido por la oralidad. En este caso particular, es la misma oralidad de la palabra la que contribuye a crear el plurilingüismo. Recordemos que en Cuba los CDR son las instituciones encargadas oficialmente de la defensa de la Revolución. Entre las muchas funciones que tienen estos organismos se cuenta la de otorgar bienes y servicios a los residentes en los diferentes barrios, al igual que vigilar la buena marcha de la revolución. La transcripción oral de la palabra como “cedeerre”, es decir, como se la articula en la práctica cotidiana, adhiere un sentido adicional, creando un efecto irónico porque enfatiza en el aspecto policial que estos comités desempeñan en la vida cotidiana de los cubanos, aspecto que es ampliamente conocido por la opinión pública de Cuba y por ello Zoé Valdés dice: “El del cedeerre bostezó y se fue porque le quedaba mucho trabajo, una larga lista de gente por chivatear, y no había dormido en toda la madrugada vigilando los trasiegos de la cuadra” (79-80). Aquí Valdés resalta precisamente que el hombre del CDR dedica la mayor parte de su tiempo a vigilar, a “chivatear” a los vecinos, lo cual evidentemente tiene una connotación despectiva.

         Por otra parte, en la novela hay un uso de palabras que no son dichas dentro de lo que podríamos llamar un espacio público oficial, pero que sí son dichas en un espacio marginal. El lenguaje de la novela quiere ir más allá de lo establecido articulando la jerga que no está presente en el discurso oficial. La inclusión de palabras como: “jeta,” “grajo,” “mierda,” “pendejá” o “mariconzón,” aluden a un vocabulario marginal, que fuerzan la moral, yendo más allá de lo aceptado socialmente. La utilización de este vocabulario implica que la oralidad de La nada cotidiana lleva al plano literario lo que es considerado como sucio y promiscuo, lo que es un desecho social y lo que está prohibido contar en un español oficial y neutro.

         La transcripción lingüística del habla tiene el efecto de subvertir el español oficial mostrando los límites de este último para articular realidades que de otra manera no podrían captarse. La forma local de pronunciar las palabras logra el efecto de situar la novela en Cuba y específicamente en una cultura popular cubana que no se reconoce en el español oficial. Cuando Zoé Valdés vincula el aspecto oral y escrito del español, crea una tensión entre el español estándar y el español oral. Lo escrito registra una oralidad que está llena de significados adicionales que marcan una marginalidad jamás dicha en un español oficial.
 

Lenguaje minimalista

         Zoé Valdés usa el lenguaje de manera minimalista en varias descripciones. Se trata de un lenguaje en donde están presentes descripciones detalladísimas de diferentes aspectos de la sexualidad y del cuerpo, hay incluso descripciones minuciosas de las relaciones sexuales de Yocandra con el Traidor y el Nihilista. Podríamos decir que el lenguaje utilizado en estas descripciones es un tipo de lenguaje oral, simple y sin adornos y el  vocabulario utilizado podría considerarse como sucio y marginal. El lenguaje minimalista de las descripciones de la sexualidad crea un efecto de crudeza en donde la sexualidad aparece desmitificada. No hay duda de que el lenguaje quiere transgredir lo prohibido y por esa razón al comienzo del capítulo ocho, que es el capítulo en donde Zoé Valdés describe todos los detalles de las relaciones sexuales entre Yocandra y el Nihilista, hay un reconocimiento irónico de la censura que ya ha sido ya practicada en otros capítulos ocho de la literatura cubana, a este respecto Valdés dice:

“Parece que los capítulos ocho de la literatura cubana están condenados a ser pornográficos.”
Así se expresará el censor cuando lea estas páginas. El censor que me toca por la libreta, porque cada escritor tiene un policía designado. Dictará esas palabras a la secretaria, que le tecleará el informe sobre mi novela refiriéndose, para honor mío, al capítulo ocho de Paradiso, de José Lezama Lima, obra maestra de la literatura universal que, sobra puntualizar, nungún censor ha podido terminar de leer, porque se duermen, no entienden ni comino, nada de nada, ni siquiera por qué la gente dice que el capítulo ocho es pornográfico. (133)

         El lenguaje minimalista de este capítulo ocho y de las diferentes descripciones de la sexualidad debe ser comprendido en relación al tabú frente a la sexualidad que Valdés reconoce en la sociedad cubana y que esta obra transgrede y quiere desmitificar. La descripción de los mínimos detalles y pormenores de las relación sexual de Yocandra con el Nihilista en el capítulo ocho quiere lograr el efecto de escandalizar la moral yendo más allá de lo que es permitido decir. La referencia a la obra de Lezama Lima sirve como un apoyo a Zoé Valdés si tenemos en cuenta que ella quiere darle una función de transgresión al lenguaje literario. En efecto, los capítulos ocho de la literatura cubana son inaccesibles a los censores porque contienen un erotismo en donde están presentes aquellas zonas marginales que permanecen fuera del alcance de cualquier forma de poder que intente reducirlas al discurso del statu quo.
 

Ambigüedad expresada en el lenguaje

         Uno de los aspectos más interesantes del desarrollo del lenguaje en la novela es la presencia de la contradicción registrada en éste. El lenguaje de La nada cotidiana rompe con la certeza de un mundo univoco, en él hay una gran cantidad de paradojas e incertitudes que translucen la realidad cubana de fin del siglo como algo complejo y difícilmente reductible a una solución simple. En su trabajo del lenguaje, Zoé Valdés expresa la tensión de una realidad contradictoria en donde abundan paradojas e incertitudes que sintetizan los opuestos; un ejemplo de esto lo tenemos al comienzo de la novela cuando Yocandra y el ángel hablan:

-Y bien. Estamos en el Purgatorio. Usted está muerta. Y nosotros, los que decidimos, tenemos un grave problema con usted. Pues tiene cincuenta puntos para entrar en el Paraíso y cincuenta puntos para ganar el Infierno. Su alma es demasiado inocente para obtener el Infierno y fue lo suficientemente malvada para merecer el Paraíso. No podemos permitirle una estancia interminable en el Purgatorio... Entonces...
-¿Entonces qué? -Tiene fiebre. Quiere discutir pero no logra estallar. Pierde fuerzas.
-Entonces soy yo quien decide... -La voz de la nada penetra en ella.
Un rayo dorado hiere sus ojos, su cuerpo desnudo, su espíritu, mitad sereno, mitad impetuoso... Ella sueña que mares de lagrimas corren por sus mejillas. Abre los ojos a la manera de las mujeres que habitan las islas. Está todavía desnuda acostada en la arena, el mar alrededor de ella acariciando su piel afiebrada. La han obligado a volver a su isla que queriendo construir el Paraíso, ha creado el Infierno.
Ella no sabe qué hacer. ¿Para qué nadar? ¿Para qué ahogarse? (19-20)

         En la cita anterior tenemos un buen ejemplo de frases con palabras que guardan entre sí una relación de contraste: “impetuoso y sereno”; “inocente y malvado”; “nadar y ahogarse”; “Infierno y Paraíso”. Cuando Zoé Valdés integra estos opuestos produce el efecto de una multiplicación de sentidos en la frase, de una convivencia de la pluralidad, creando un lenguaje de gran riqueza, capaz de albergar la contradicción.

         De la misma manera, el personaje de Yocandra acepta la contradicción e incluso podríamos decir que la interioriza, como si se tratara de su propia identidad. Yocandra no parece desconocer que la presencia de la incertitud genera una fragilidad que de ninguna manera es desvirtuada como algo negativo, antes bien, esta parece ser parte de la misma condición humana en el contexto del fin de los años noventa.

         El aspecto paradójico del lenguaje coincide también con las características de la gran parte de los personajes de la novela, que de maneras diferentes son unos traidores y subvierten el orden establecido. Este lenguaje contrasta con el discurso idelógico oficial sostenido por otros personajes de la novela como es el caso de la Militonta quien no acepta que Yocandra haya cambiado el nombre de Patria que le había dado su padre en el momento del nacimiento, el cual ocurrió un día despúes del primero de mayo en el mismo año en que triunfa la Revolución cubana. El cambio de nombre es interpretado por la Militonta como una traición a la patria, versión que de ninguna manera es corregida por la propia Yocandra, quien por el contrario la apoya irónicamente diciéndole que su nuevo nombre está vinculado a su esfuerzo por hacerse aceptar por quien fuera su primer esposo, por el Traidor.  Yocandra acepta la traición porque esta no es otra cosa que una afirmación de una ambiguedad necesaria que hace parte de su propia identidad.

         La ambigüedad del lenguaje en La nada cotidiana tiene que ver con lo que Lyotard llamaría un discurso posmoderno de “l'hétérogénéité.”(2) En efecto, en contraste con el lenguaje oficial del régimen socialista que promulga de manera univoca valores universales como la emancipación de la humanidad, tenemos un lenguaje que incorpora la duda, la contradicción, la paradoja y la fragilidad como elementos discursivos estrechamente vinculados con la situación presente de Cuba en los años noventa, cuando la Revolución atraviesa por un período crítico, después del colapso sufrido por la desintegración del bloque socialista y como consecuencia del fin de la Guerra Fria. No podemos dejar de anotar que este colapso también tiene consecuencias para las izquierdas de América Latina que durante más de tres décadas se inspiraron de esta revolución.

         Son numerosos los símbolos en la novela que muestran la necesidad de considerar de manera positiva “l'hétérogénéité” de la cual habla Lyotard y en donde los equivocos del lenguaje aluden a la necesidad de considerar a fines de los años noventa la realidad como una complejidad en donde las contradicciones y las paradojas hacen parte integral de ésta.

         Ciertamente, se hace cada vez más urgente plantear alternativas que no desconozcan los avances de la izquierda pero que al mismo tiempo den pasos más acertados en la construcción de sociedades en las cuales se valore la diversidad de perspectivas presentes en la opinión pública.

         A manera de conclusión podemos decir que la novela de Valdés nos deja un habla marginal, llena de matices, que saca a la luz pública lo que ya es vox pupuli, pero que no es posible decirlo en el discurso oficial. La riqueza del habla de Yocandra se revela como una pluralidad de voces marginales que dan testimonio de la “nadería” del Estado cubano, por medio de un discurso subversivo y posmoderno; de un discurso que valora el perspectivismo y que reintegra la contradicción evacuada por el discurso oficial.

         La escritura de Zoé Valdes en La nada cotidiana subvierte el orden establecido del lenguaje oficial para mostrar otra cara de la realidad, una realidad que debe ser abordada en toda su complejidad. La oralidad del lenguaje que multiplica los sentidos nos deja frente a un mundo paradójico con un sinnúmero de preguntas: ¿Qué es necesario retener del socialismo cubano como proyecto político para las sociedades latinoamericanas de finales de siglo? ¿Qué significado tiene plantear un sistema socialista en el contexto de una sociedad posmoderna en donde la entrada creciente de las políticas neo-liberales borra la presencia del Estado? ¿Cuál sería una nueva versión de un sistema político capaz de respetar las libertades individuales y de retener los logros económicos y sociales del socialismo? Son tantas las preguntas que podríamos por lo menos dejarlas abiertas, con la misma honestidad de Yocandra cuando nos deja en vilo con su interpelación: “¿Por qué todos invocan una rigurosa disciplina de respuestas, cuando el presente es un cataclismo de interrogantes?” (28)
 

 
NOTAS

(1)Cabrera Infante hace una advertencia al lector de Tres tristes tigres en donde dice: “Este libro está en cubano. Es decir, escrito en los diferentes dialectos del español que se habla en Cuba y la escritura no es más que un intento de atrapar la voz humana al vuelo, como aquel que dice” (8).

(2)Lyotard niega la validez de los “metarrelatos,” es decir la posibilidad de dar cuenta del conocimento humano a partir de un relato que abarque todos los sectores de la realidad humana. Frente a esta posibilidad Lyotard opone la necesidad de asumir no solamente una “hétérogénéité” de juegos del lenguaje sino una diferencia entre estos, sin que sea posible reunirlos en una totalidad que los recoja. En la novela de Zoé Valdés se cuestiona la visión de la política cubana como un metarrelato que intenta subsumir toda la realidad. El tratamiento que Zoé Valdés hace de la oralidad y de otras formas literarias contesta la legitimidad de esta reducción y en cambio sale a la luz una alternativa plural con una propuesta de perspectivismo.


 
  
OBRAS CITADAS 
  • Bakhtine, Mikhail. Esthétique et théorie du roman. Paris: Gallimard, 1978.
  • Cabrera Infante, Guillermo. Tres tristes tigres. Barcelona: Seix Barral, 1984.
  • Lyotard, Jean François. La condition postmoderne. Paris: Minuit, 1979.
  • Valdés, Zoé. La nada cotidiana. Barcelona: Emecé, 1976.